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El camino del dolor constante… querer mejorar

Existe una idea extendida sobre la condición humana y es la de que tenemos que mejorar. De una manera general, en cualquier faceta de nuestra vida y constantemente.

Esta idea está impregnada de tal manera en la sociedad que la trasmitimos verticalmente de padres a hijos y horizontalmente a nuestras parejas, amigos y compañeros de trabajo como si fuera uno de los mejores consejos.

El tema se ha ido cocinando de tal manera en el inconsciente colectivo que podría explicar muchas de las situaciones más dolorosas que vive el ser humano. Por ejemplo:

  • El sentimiento de que tus padres no te quieren
  • Sentir que no eres adecuado
  • Pensar que hay algo «mal» en ti que tienes que descubrir y corregir
  • Incluso el síndrome del impostor
  • Celos e inseguridades en la pareja, porque siempre habrá alguien mejor que tú
  • La sensación de no ser buena madre, buena amiga, buena hija, buena compañera…etc

Podría seguir, pero para muestra un botón.

La intención es buena, pero se nos ha ido de las manos. Supongo que lo que pretendían Adán y Eva (pienso que debieron ser los primeros en hacer esto) era que sus hijos no se conformaran y ampliaran y extendieran sus dones. Pero en lugar de eso se genero un sentimiento general de no aceptación que está presente como una música de fondo en todo lo que hacemos y somos.

No es lo mismo plantearse un «voy a descubrir que más puedo hacer» como se lo plantean los niños pequeños, por puro placer y como una forma de intensificar su experiencia en la vida…al «no soy suficiente, no soy bueno, no valgo nada, todo lo hago mal, cualquiera es mejor que yo» que deriva en un estado de ansiedad que a su vez nos llevará a sentimientos de competencia, celos, envidia y frustración.

Como digo, esto está tan normalizado, que seguro que muchas personas que leen esto pensaran que no hay otra forma de hacer las cosas.

Y esa idea también deriva de la primera… porque implica que a esta vida hemos venido a mejorar, en lugar de a vivir. Que no es lo mismo. Si mi objetivo vital es la mejora, mi canción de fondo será la insatisfacción. Y esto duele. Pero si mi objetivo es vivir intesa y extensamente mi experiencia vital, creceré desde la experiencia.

Pongamos el ejemplo de como experimenta y aprende un niño. La cantidad de aprendizaje que se deriva de su experiencia es bestial! en ningún otro momento de la vida conseguiremos esa capacidad. Mucho es por el cerebro tan potente que tienen los bebes, pero otra parte es porque no tienen intención de aprender. Solo de jugar con las posibilidades que tienen a mano.

¿Qué pasaría si un adulto se planteara la vida así?

¿Te gustaría vivir de esta forma? ¿No crees que tu ansiedad o tu depresión o tu sufrimiento tienen mucho que ver con esto? ¿Se puede aprender a vivir de manera más satisfactoria?

La respuesta es un rotundo «Sí»

Y no digo que sea fácil o que no lleve tiempo, digo que merece la pena y que no hay un objetivo más importante que justifique emplear el tiempo necesario en conseguirlo. La otra alternativa, seguir con la lucha constante y con el soniquete de fondo de lo malo que eres, es antinatural y acaba con la persona poco a poco.

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